La fábula de Aracne (Las hilanderas). Diego Velázquez. 1657. Barroco. Óleo sobre lienzo

lunes, 30 de mayo de 2011

1. Introducción:
Cuando pensaba de qué hablarles a lectores como ustedes, maestros, mamás, papás, gente que vive su vida trabajando con ellos, rodeado de adolescencia, me vinieron a la mente más bien palabras de consuelo, las mismas que uno dice a un amigo que ha caído en desgracia. Yo he trabajado algunos años cerca de adolescentes y he encontrado con frecuencia gente que me mira condolida al enterarse. Algunos me dicen, para salir del paso, se necesita vocación; otros simplemente me miran con desconfianza: no saben si soy un fracasado que fue incapaz de encontrar una mejor posición en el mercado de trabajo o un recio guerrero que pasa la semana en las trincheras, luchando con el enemigo para salvaguardar la patria. Sin embargo, puedo decir que he disfrutado el tiempo que he pasado dándoles clase, asesorándolos, viajando con ellos, aprendiendo de ellos y con ellos, gracias a una institución educativa que me permitió y obligó a entender la adolescencia. Y esa es la pregunta que me pidieron tratar de contestar en este texto: ¿Quién es el adolescente? Comenzaré aventurando una descripción: es un monstruo peludo... que se junta en hordas estruendosas para inaugurar nuevos vandalismos en la historia humana. Es también un gordito simpático que no entiende el mundo sin golosinas de por medio; un larguirucho orejón que no puede acomodarse en ningún lado y le sobran brazos y piernas alrededor del pupitre; una incipiente belleza con poses de Mata Hari experta; o un apenado cuatro?ojos (como yo mismo) que nació para preguntar cosas inverosímiles que no vienen en los libros. En fin, el adolescente es cada adolescente.

1.1 La imagen de un chino no es un chino..

En nuestra necesidad -casi urgencia- por entenderlo, nos gusta verlo como una descripción, una definición taxonómica que lo ubique sin posibilidad de error en un breve manual de operación. Los occidentales nos decimos que todos los chinos son iguales; aún más, decimos que todos los orientales son chinos. Uno de mis alumnos, que tuvo la fortuna de acompañar a su padre en un viaje de trabajo a China, descubrió que ellos nos llaman (sin distinción) ojos de vaca, a todos los occidentales. Esa es la principal tentación en una disquisición semejante a ésta, y es la que más quiero evitar. No se puede establecer una radiografía inequívoca de la adolescencia, de sus características, alcances y procesos, ni siquiera si fuera yo realmente un experto, o si dispusiéramos de un simposio entero para esta pregunta. La adolescencia es una etapa compleja y aún en muchos niveles, oscura. Simplificarla podría ser contraproducente: nos deja la falsa ilusión de saber de antemano algo que no debería dejar de observarse día con día; nos deja el pre-juicio y nos aleja del alumno. No cabe duda que la tarea del educador sería más fácil si lográramos simplificarla. Así podríamos tener en las escuelas, junto a los de evacuación, sismos e incendios, un sencillo cartel que indicara qué hacer en caso de: si el grupo establece una guerra de avioncitos, tírese al suelo, no grite; si le hacen una pregunta que no puede contestar, no corra; si está a punto de estallar porque acaba de descubrir que uno de sus alumnos acaba de utilizar las reglas que usted mismo dio para burlarse de usted... no empuje.

La tarea sería más sencilla, e infinitamente despreciable, porque no habría nada de educativo en ella. El proceso educativo en la adolescencia tiene una particularidad: un alto contenido de significación emocional está presente en cada paso del aprendizaje. Los adultos hemos logrado desarticular nuestra atención cognitiva del proceso emocional personal; en parte eso es la madurez: la posibilidad de establecer momentos y regulaciones propias con eficiencia que permiten continuar el aprendizaje con relativa independencia de nuestro estado anímico, de nuestro deseo sexual, de nuestra situación familiar, inclusive de nuestro cansancio o interés en el tema. Por lo tanto, el profesor de adolescentes debe tener claro que su reto específico está en incidir de modo activo en el momento del desarrollo de mayores y más significativos cambios en un ser humano. Trabaja con un ser con voluntad propia y capacidades casi por completo desarrolladas, aunque con casi nula experiencia en la aplicación de esas capacidades. Es decir: ustedes, educadores de adolescentes, son los profesores de manejo de un novato, que tiene en sus manos el volante de una pipa de gas. E igual que todo profesor de manejo que se respete, están viajando en la misma cabina que su alumno. Así, como cada uno de mil millones de chinos no son iguales y, sin embargo, son chinos, los adolescentes comparten desde su individualidad un proceso que -al ser profundamente humano- es descriptible en sus rasgos genéricos. Mi mejor esperanza es que las siguientes líneas sirvan para un mejor acercamiento a sus adolescentes.

I. Descripción del adolescente:

Lo primero que nos llama la atención de los adolescentes es su forma de actuar. Es cierto que también nos sorprende de pronto su inteligencia, su ternura y su filoso sentido del humor. Pero, es casi un lugar común decir que cuando no logramos entenderlos, nos referimos a que no logramos entender lo que hacen. No se preocupen, es normal, tampoco ellos pueden entender por qué lo hacen.

Lo que el adolescente hace puede ser considerado en otros momentos del desarrollo de la persona como aberrante, perverso o delictivo. Me recuerda ese adagio mexicano: todo lo que se me antoja hace daño, engorda o está prohibido. Los muchachos parecen tener un radar específico para lo prohibido y peligroso. Son crueles en muchos casos y, más que valientes, temerarios; son agresivos y soberbios; suelen mentir, robar, dañar cosas sin propósito. Frente a este embate, nuestro juicio social ha elegido tratarlos de delincuentes: semiadultos aberrantes o infantes excesivos. Seres extraños o peligrosos a los que hay, ante todo, que limitar. En muchos casos la propia escuela, esa especia de estructura social que trasmite privilegiadamente los contenidos de una cultura, repite el esquema y reglamenta la acción de los adolescentes desde el mismo parámetro. Sigue exigiéndoles respuestas que pertenecen a mundos más sencillos de manejar: la infancia y la madurez. No se ha dado aún a nivel general en nuestra estructura escolar un esfuerzo por entender esta etapa específica. Lamentablemente, aún para muchos educadores de nivel secundaria y preparatoria la frase entender al adolescente significa un peligroso esfuerzo de convalidación, una justificación de actos que deberían ser reprimidos; en una palabra, una invitación al caos.

2.1. Hablar su lengua

Muy por el contrario, entender a los adolescentes es un esfuerzo que bien vale la pena, en primer lugar, porque nos facilitará la tarea cotidiana de lidiar con estos seres, sin duda extraordinarios y difíciles. Pero, por sobre todas las cosas, nos permitiría centrar nuestro esfuerzo en propósitos no simplemente normativos, sino, la fin de cuentas educativos. Ya lo habían descubierto los misioneros hace siglos -aunque estemos de acuerdo o no con sus propósitos-, es necesario hablar la lengua de los lugareños.

I. Entender la adolescencia:

Hace un par de años tuve el honor de ser invitado aquí, a Oaxaca, a dar un taller con profesores de nivel secundaria. El título que escogimos fue Como trabajar con adolescentes... y sobrevivir en el intento. Más allá del chiste o la broma de los amigos condolientes, es cierto que el trabajo educativo con adolescentes es, por lo menos desgastante, y tiene visos de ser con facilidad enloquecedor. Déjenme asentar un principio que me parece fundamental. No es posible intentar la empresa de educar a los recién jóvenes sin tener una carta mínima de navegación. Los profesores que creen en su programa del curso como un perfecto mapa estelar para surcar los mares, se encuentran rápidamente con una desilusión. El programa desglosa contenidos y, en el mejor de los casos, una serie de técnicas pedagógicas para hacerse cargo de esos contenidos. No nos dice qué hacer frente a las demandas reales de un grupo de secundaria o preparatoria.

La queja constante más constante entre los profesores que me tocó asesorar era que los alumnos les impedían dar la clase, o que las ordenanzas (normas) no relacionadas con su materia de estudio les hacían perder el tiempo. Me describían de qué manera el programa se iba perdiendo mientras atendían el pase de lista, decirle a uno u otro alumno que guardaran silencio, confiscar cartitas íntimas circulando entre las bancas, recoger la basura, dar instrucciones, explicar cuatro veces las instrucciones, etc., etc. Sobre todo porque la sensación más profunda de esos profesores era que ocupaban su tiempo en cosas para las que no se habían preparado, que eran repetitivas y sin sentido. El síndrome del ama de casa, le llamábamos: tender camas para destenderlas en la noche, lavar platos para ensuciarlos en la comida, fregar pisos para mancharlos por la tarde. Un trabajo arduo, rutinario, monótono y sin reconocimiento. Parecía muy claro: es imposible darle clases a un adolescente. Desde esta perspectiva, tenían razón. Es imposible, cuando uno se plantea que debe ofrecer todos los temas del programa y que hay que empujar todos los días para nunca llegar a tener condiciones para dar clase; es decir, cuando uno asume que el curso y el programa son cosas diferentes. Es tanto como querer enseñar a una mascota a resolver sus necesidades fisiológicas fuera de mi cuarto poniéndole un letrero con letras cada vez más grandes y enfáticas en la puerta: Perro del mal, aléjate, orina en el pastito. El propósito se pierde por una inadecuación a la circunstancia.

El presente artículo "La disciplina de los alumnos de Secundaria Básica en el aula,¿qué hacer para lograrla?" se ha elaborado con el propósito de abordar una temática de gran interés en el ámbito escolar. Con este trabajo se pretende ofrecer a los profesores, especialmente a los noveles y aquellos en formación quienes ejercen su docencia en el nivel de Secundaria Básica, consejos prácticos para enfrentar este problema de alta prioridad en la esfera educacional, teniendo en cuenta las características psicológicas de los adolescentes y su etapa de desarrollo psíquico.
INTRODUCCIÓN
Desde tiempos remotos el problema de la disciplina de los alumnos ha sido una preocupación constante de maestros y profesores, específicamente la que ha de lograrse dentro del aula. Es evidente que existe una unidad entre exigencia y respeto, y la base de este principio está constituida por las ideas del humanismo socialista y del respeto profundo al individuo. Al respecto A. S. Makarenko expresó: "Mi principio fundamental siempre ha sido ser lo más exigente posible con el hombre, pero respetarlo lo más posible. La confianza con el alumno, ligado al alto nivel de exigencia y al control de su conducta ayuda a éste a formar cualidades valiosas". (1)
La frase " disciplina en el aula" tiene un inmediato y claro significado para la mayoría de los profesores, pero en verdad, este es un concepto complejo y difícil de definir. Por lo general se asocia a vocablos como: control, respeto, normas, responsabilidad, autoridad, cooperación, obediencia, acuerdo, recompensa, contrato, consistencia, castigo, comportamiento, amabilidad, fluidez y muchos otros.
Si consultamos el diccionario Larousse, nos encontramos con la siguiente definición de disciplina: "leyes o reglamentos que rigen ciertos cuerpos como la magistratura, el ejército, y la iglesia". (2) Al hacer referencia a la disciplina escolar se limita a plantear que "esta se ha suavizado en los últimos años". Otras fuentes como la Enciclopedia Encarta señala que la disciplina "es una doctrina o regla de enseñanza impuesta por un maestro a sus discípulos. Conjunto de reglas para mantener el orden". (3)
Una posible definición de disciplina en el aula, es la siguiente: "estado en el cual el maestro y sus alumnos aceptan y consistentemente observan y obedecen un conjunto de reglas acerca del comportamiento en el aula cuya función es la de facilitar, de una manera fluida y eficiente el proceso de enseñanza-aprendizaje en una clase". (4)
DESARROLLO
La cuestión de la relación entre disciplina y aprendizaje es crucial. Lo suficientemente claro es, que en un aula disciplinada es más fácil activar a los alumnos de la manera deseada por el profesor; por consiguiente, se podrá hacer un uso más racional del tiempo en la realización de las tareas, al no ser necesario su empleo en problemas organizativos. Por supuesto, la existencia de un aula disciplinada, no necesariamente implica que el aprendizaje esté teniendo lugar.
Con frecuencia se observan aulas disciplinadas con poco o ningún aprendizaje ocasionado por la poca calidad de las actividades que se realizan, las que de por sí carecen de valor de aprendizaje. Ciertamente, existe relación entre ambos, pero no es consistente o inevitable. Nótese, sin embargo, que lo contrario tiende a ser más consistentemente verdadero, es decir, poco o ningún aprendizaje se producirá dentro de una atmósfera indisciplinada. Sobre esta base y como objetivo del presente artículo se ofrecen consejos prácticos a los profesores de Secundaria Básica con la finalidad de resolver este problema.
En función de esto nos preguntamos: ¿Cómo es un aula disciplinada?
Con frecuencia, nuestros profesores de idioma Inglés, fundamentalmente aquellos que laboran en el nivel de Secundaria Básica, rechazan el uso de actividades comunicativas como el trabajo en pareja y en grupo, aludiendo que le provocan indisciplina. En verdad, estas actividades que implican cierto ruido, solo toman parte del tiempo de una clase, pero ¿qué sucede en el resto?
Otro argumento a ser considerado es el siguiente: la tranquilidad o quietud de los alumnos en la clase no necesariamente significa que esta sea disciplinada. Muchos profesores ignoran la existencia de la denominada indisciplina pasiva, es decir, aquella que se produce cuando el alumno muestra apatía por la actividad que se le orienta en la clase y no participa en su realización; este tipo de indisciplina es más característico de la clase convencional que de aquella en la que prima como patrón comunicativo fundamental, el que se produce entre los propios alumnos.
Este tipo de indisciplina generalmente suele ser más perjudicial que la indisciplina activa, la cual puede ser fácilmente detectada y corregida. Además, esta última, tiende a desaparecer cuando los alumnos se involucran en el proceso de aprendizaje.
Otra característica de una clase disciplinada es la concerniente al control que ejerce el profesor sobre la misma, responsabilidad que, por supuesto está en sus manos, y que se manifiesta de diferentes formas: cuando es más o menos autoritario, liberal, rígido o flexible en la operación de dicho control.
La disciplina también se manifiesta en el grado de cooperación de los participantes, es decir, la cooperación entre los propios alumnos, así como entre los alumnos y el profesor. Esta normalmente aparece como resultado de la aplicación de métodos éticos, educacionales, o prácticos.
Otro rasgo que debe ser objeto de análisis es la correlación entre disciplina y motivación, que aunque no es absoluta, por asociación, lo más probable es que si el grupo está motivado para aprender, será de más fácil manejo por parte del profesor.
El factor probabilidad, más que la inevitable relación causa-efecto, está presente en el hecho de que en una clase que se desarrolla acorde a su plan, tiende a ser más disciplinada: el profesor conoce lo que debe hacer en cada momento, las actividades fueron bien preparadas y organizadas y el conocimiento de que el proceso está claramente planificado contribuye a la confianza de alumnos y profesores.
Por otro lado, los cambios e improvisaciones no siempre conducen a la indisciplina, sino que puede que la eviten.
El conocimiento y acuerdo compartido con respecto a los objetivos que se pretenden alcanzar en una clase determinada contribuyen a que se eleve la motivación en el grupo de estudiantes. De primordial importancia es el hecho de que esos objetivos estén en función del alumno y de su caracterización.
Por último se hará referencia a un aspecto que en ningún sentido es de menos valor, sino por el contrario, es uno de los más significativos: para que el profesor sea respetado lo primero que debe hacer es respetar a sus alumnos, es decir, la existencia del respeto mutuo. El respeto y admiración que sientan los alumnos por su profesor, deberá estar condicionado, entre otros factores, por el grado de ejemplaridad que alcance como resultado de su modo de actuación, así como por el dominio que demuestre poseer del contenido de la enseñanza.
Según criterio de los autores del presente trabajo, las características de un aula disciplinada son las siguientes:
  1. La relación diagnóstico-clase es evidente.
  2. El aprendizaje está teniendo lugar.
  3. Existe una atmósfera apropiada para que se produzca el aprendizaje.
  4. El profesor tiene control de la actividad.
  5. La cooperación entre los participantes del proceso se desarrolla de manera fluida.
  6. Los alumnos están motivados.
  7. La clase se desarrolla acorde a su plan.
  8. Tanto el profesor como los alumnos se esfuerzan por cumplir los objetivos trazados.
  9. Se pone de evidencia el respeto mutuo.
  10. El profesor es ejemplo para sus educandos.
A continuación se ofrece una lista de consejos prácticos para los profesores con vista a lograr la disciplina de los alumnos en el aula. La misma se ha elaborado teniendo en cuenta los resultados de una encuesta a aplicada a un grupo de profesores experimentados, así como las opiniones de los autores de este trabajo.
Consejos prácticos para lograr la disciplina de los alumnos en la clase.
  1. Mantenga una posición firme desde el primer día.
  2. Garantice que haya silencio cuando usted se dirija a sus alumnos.
  3. Conozca y utilice el nombre de sus alumnos.
  4. No mantenga una posición fija durante el desarrollo de toda la clase, es decir, recorra el aula de vez en cuando.
  5. Inicie su clase con algo que atraiga de manera especial el interés y la curiosidad de los alumnos, trate de sostener o mantener la motivación durante toda la actividad.
  6. Hable claramente.
  7. Asegúrese de que sus instrucciones son lo suficientemente claras para que sean comprendidas por los alumnos.
  8. Prepare materiales extras para atender las diferencias individuales de sus alumnos.
  9. Haga que su trabajo se corresponda con la edad, intereses, necesidades, y habilidades de sus alumnos.
  10. Desarrolle el arte de medir el tiempo de la clase.
  11. Varíe sus técnicas de enseñanza.
  12. Trate de anticipar los problemas de disciplina y actúe rápidamente.
  13. Evite las confrontaciones.
  14. Muéstrese como alguien en quien sus alumnos pueden confiar, demuestre que usted está presto a ayudarlos en la solución de sus problemas.
  15. Respete a sus alumnos.
  16. Mantenga una postura ejemplar.
  17. Utilice el humor de forma constructiva.
  18. Muestre cordialidad y amistad por sus educandos.
  19. Demuestre que usted posee buen dominio del contenido de enseñanza.
  20. Relacione su ciencia o ciencias al impacto social que esta o estas producen en sus alumnos.
Aunque la responsabilidad inmediata en el mantenimiento de la disciplina en la clase, en la mayoría de las situaciones le corresponde al profesor, el objetivo final es llegar a un punto en que el alumno asuma o comparta dicha responsabilidad. La habilidad de la autodisciplina es, hasta cierto sentido, una función de la madurez del alumno, pero puede ser fomentada por el profesor. Gradualmente se debe incorporar a los alumnos a que compartan la toma de decisiones en el proceso de ordenamiento y manejo del trabajo en el aula.
A continuación se ofrecen algunas recomendaciones prácticas dirigidas a la prevención y tratamiento a problemas de disciplina que suelen aparecer en la clase. A pesar del tono prescriptivo, no trate estas direcciones como un tipo de "verdad" objetiva, ellas deben ser consideradas como una posible expresión de las realidades del aula, las cuales usted puede evaluar para que constituyan un punto de partida para el desarrollo de estrategias que funcionen en su caso particular.
El tratamiento a los problemas de disciplina será analizado en tres momentos fundamentales:
  1. Los profesores que con más éxito logran mantener la disciplina de sus alumnos en clase, no son aquellos que sobresalen en el tratamiento a los problemas, sino por el contrario, aquellos que saben cómo evitar que esto surja. Para ello se sugieren tres estrategias preventivas fundamentales:
    1. Planificación cuidadosa:
    2. Cuando una clase ha sido planificada y organizada cuidadosamente, esta proporcionará un sentimiento de propósito, que mantendrá la atención de los alumnos en la actividad que se desarrolla en ese momento, o de anticipación para la siguiente, y por ende, no permitirá la formación de un vacío que pudiera ser llenado por elementos distractores o contraproductivos. Es más, el conocimiento de que todo ha sido planificado contribuye, en gran medida, a la propia confianza del profesor y a su habilidad de ganar la de sus alumnos.
      Algunas veces los problemas de disciplina aparecen debido a que los alumnos no conocen ciertamente lo que se supone debieran estar haciendo en un momento determinado. Las instrucciones, aunque toman una pequeña proporción del tiempo de la clase, son cruciales. La información necesaria debe ser comunicada clara y rápidamente. Esto no es incompatible con la existencia de la negociación alumno-profesor acerca de qué hacer, pero demasiadas indecisiones y cambios imprevistos pueden distraer y aburrir a los alumnos, con implicaciones obvias para la disciplina.
    3. Instrucciones claras:
    4. Mantenerse al corriente:
    El profesor necesita saber constantemente lo que está sucediendo en cada parte del aula. Debe mantener sus ojos y oídos abiertos, como si tuviese antenas sensitivas o un radar constantemente en alerta; esto garantiza dos cosas: primero, los alumnos conocen que el profesor está al corriente de ellos todo el tiempo lo que anima la participación y desanima la posible aparición de cualquier actividad desviadora. En segundo lugar, le permite al propio profesor estar listo para detectar la pérdida de interés o distracción de los alumnos y hacer algo antes de que esto se convierta en un problema. Para este primer momento el lema debe ser: ¡ La prevención es mejor que la cura!
  2. Antes de que el problema aparezca:
  3. Cuando el problema está comenzando:
Como principio es recomendable que se responda de manera inmediata y activa ante cualquier problema incipiente que se detecte. Las estrategias para este segundo momento son las siguientes:
a) Trate el problema calmadamente:
-La mejor acción es una clara y calmada respuesta que detenga la actividad que está entorpeciendo el correcto desarrollo de la clase, siempre tratando de darle a esta última el perfil más bajo posible. Por ejemplo, si el profesor ha ordenado que se abra el libro de texto y hay un alumno que no la ha hecho, lo más aconsejable es dirigirse a su puesto e indicárselo calmadamente en lugar de llamar la atención de todo el grupo, como resultado de una reprimenda en alta voz.
b) No tome las cosas personalmente:
-Esta es una instrucción difícil de obedecer algunas veces. Profesores de adolescentes con poca experiencia en su labor, con frecuencia se irritan por planteamientos que no tenían una intención personal. No permita que el alumno lo lleve a conflictos personales, centre la atención más en el problema que en el alumno.
c) No haga uso de amenazas:
-En ocasiones las amenazas son una señal de debilidad. Utilice la formula "si usted... entonces..." sólo como una opción real que usted está listo para poner en práctica , no como un arma para intimidar. Para este segundo momento la regla debe ser "haga algo"
3-Cuando el problema ha estallado:
La prioridad en este momento es la de actuar rápidamente para lograr que el grupo regrese lo antes posible a su estado de rutina fluida. En ocasiones es preferible tomar una rápida decisión aunque esta no sea la mejor, que dudar y no hacer nada. Para este tercer momento las estrategias son:
  1. Actúe enérgicamente:
  2. A veces un cambio, una orden en alta voz, resuelven el problema. Despliegue cierta irritación , sin que realmente usted pierda su temperamento o se convierta personalmente en muy agresivo.
    Este procedimiento no se debe seguir frecuentemente pues pedería su efecto.
    Esta es una opción respetable, rechazada por muchos profesores quienes alegan que se corre el riesgo de perder su prestigio. Su ventaja es que inmediatamente destruye o elimina la situación y si se hace rápida y decisivamente no será vista como una decisión deshonrable. Además, esta pone al profesor en una posición para demandar de los alumnos algo a cambio.
  3. Exprese sentido de rendición:
  4. Haga una oferta que no pueda ser rechazada:
Cuando los alumnos están conduciendo al profesor a una confrontación y este no pueda rendirse, pero no desee imponer su voluntad, debe buscar una forma de apartar la crisis. Algunas estrategias son:
-Aplazar, por ejemplo: vamos a continuar con este asunto mañana.
-Compromiso, por ejemplo: deben hacer todas estas tareas, pero les voy a dar más tiempo para su realización.
Para este tercer momento el lema debe ser: actúe rápidamente sin entrar en disputas.
En los ejemplos teórico-prácticos expuestos se ha tratado de reflejar la necesidad de establecer nexos comunicativos entre estudiante-profesor, donde juega un papel fundamental la actitud moral de este último. La pedagoga rusa N.K.Kruspkaia en un artículo sobre trabajo educativo señaló: "Los muchachos son muy observadores y si ven que el educador no sabe dirigir sus exigencias de una manera estable y consecuente, se hace el que no ve las cosas, adula a los muchachos, busca popularidad, entonces, ese es el fin de toda disciplina". (5) Los muchachos respetan al pedagogo que pone en práctica con firmeza sus exigencias educativas y que a su vez, los trate con amor; como expresara Martí: " La enseñanza, ¿quién no lo sabe?, es ante todo una obra de infinito amor". (6)
El maestro que ama su trabajo, al comenzar cada clase olvida sus problemas, y las situaciones docentes que se presentan en el aula contribuyen a mejorar su estado anímico; por difícil que sea un contenido, tiene la paciencia suficiente para buscar diversas vías que conduzcan a facilitar el aprendizaje en un entorno donde reine la armonía y la disciplina.
CONCLUSIONES
Las fórmulas brindadas no significan necesariamente que son la solución mágica a los problemas de disciplina en el aula, son algunas consideraciones que constituyen el resultado de la práctica y la experiencia de varios profesores.
Lograr la disciplina en la clase activa multitud de factores de los cuales no puede obviarse nunca la exigencia, pero hay que utilizar también la ternura, como expresó el profesor Horacio Díaz Pendás, especialista de Historia del MINED, en el III Seminario Nacional para educadores: "La escuela cubana se sustenta en la pedagogía de la ternura, el esfuerzo y la laboriosidad".
Referencias
(1)Makarenko, A. S.: Obras. T. 5, Editorial de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la República Socialista Soviética Rusa, Moscú, 1959.
(2) Larousse, Pierre. Diccionario Larousse, La Habana, 1974.
(3) Sánchez Sanz, Ramiro. Enciclopedia Microsoft Encarta. Madrid España.. 2000
(4) Ur, Penny. A Course in Language Teaching. Cambridge University Press. 1996
(5) Krospkaia, N. K.. Obras pedagógicas. t.3. pp. 675. Editorial de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la República Socialista Federativa Soviética Rusa, Moscú, 1959.
(6) Martí, José. Escritos sobre educación. Editora Política. La Habana. S/F.
(7) Díaz Pendás, Horacio. III Seminario Nacional para educadores, MINED.

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